domingo, 11 de diciembre de 2011

'Fringe': Si nos volvemos a ver...

Los directivos de la Fox nos han dejado sin el último episodio del año de Fringe y, como yonkis que somos, les odiamos por ello. Pero la verdad es que, pensándolo fríamente, son todo ventajas. Puede que no nos hayan dejado un cliffhanger de infarto, pero quedan nada menos que quince episodios para emitirse entre enero y mayo, lo que implica menos parones en la emisión. Y esto es bueno por dos motivos: menos semanas con el síndrome de abstinencia y, lo que es más importante, menos erosión de audiencia.

Ya sé que a estas alturas hablar sobre una posible salvación de Fringe es casi utópico, y que esas audiencias no las vería con optimismo ni Chris Traeger, pero en enero, cuando Walter, Peter y Olivia vuelven a las pantallas, hace frío. Con el mal tiempo la gente no sale, y quienes grababan la serie en septiembre y octubre puede que se decidan a verla en directo. Las audiencias podrían subir levemente hasta lo mínimamente aceptable (y no desgastarse mucho al no haber demasiados parones). Con un poco de la benevolencia que los directivos han mostrado con esta serie y mucha predisposición por parte de la Warner tenemos una quinta temporada corta para cerrar tramas.

Los guionistas de la serie, por su parte, siguen construyendo una obra maestra de la televisión. No se dejan vencer por la presión y manejan el relato como quieren. La nueva vuelta de tuerca está sentando de maravilla a los personajes, y las posibilidades que el propio concepto de Fringe entraña se están explotando con mucho ingenio. Y, además, por primera vez en cuatro años, sabemos un poco más de lo que saben los personajes (o creemos saberlo), con lo que la forma de afrontar los capítulos es también nueva.

Y es que en todo este tiempo han probado tantas cosas con excelente resultado (comenzó como un procedimental, luego construyó una mitología, creó una efectiva química grupal, aumentó la serialidad y redujo las dosis de adrenalina cuando creyó conveniente en favor del relato, se adentró en terrenos pantanosos y salió airosa, quemó trama a marchas forzadas para relajarse en esta nueva etapa y contemplarse a sí misma desde otro ángulo) que da pena que el viaje no vaya a durar mucho más.

Necesito que Fringe cumpla 100 episodios, y necesito ver a todo el reparto celebrándolo (vaca incluida), que una sonrisa de Anna Torv vale millones y en la serie nos ofrecen pocas. Pero quizás para curarme en salud me planteo una cancelación a sangre fría, sin que todo se cierre, y no me parece tan horrible. Porque por más que sea una obra que necesite un broche de oro que dé un sentido a todo, el transcurso ha sido tan emocionante, emotivo, divertido y reflexivo que por sí solo habrá merecido la pena. Que sea lo que Fox quiera, que además yo no podré enfadarme con ella después del regalo que nos hizo renovándola el año pasado, cuando sus audiencias ya eran malas.

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